lunes, 24 de noviembre de 2025

Prototipos urbanos plantean alternativas a la invasión de carros y motos en Bogotá

 Cuatro intervenciones diseñadas por estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Bogotá participan este año en el Park(ing) Day 2025, una iniciativa global que convierte espacios destinados a vehículos en lugares pensados para el peatón. Las propuestas señalan la invasión cotidiana de carros y motos, evocan la memoria del antiguo río Neuque —hoy río Arzobispo—, conectan espacios de paso que quedaron separados por barreras físicas y crean pausas sensoriales en zonas donde antes solo se transitaba sin detenerse.

El proyecto tiene antecedentes en el trabajo conjunto de la UNAL con RenoBo, la empresa de renovación urbana de Bogotá. Desde 2021, la Escuela de Arquitectura y Urbanismo de la UNAL ha acompañado procesos académicos en zonas industriales en transformación, como Puente Aranda y Santa Fe, para estudiar cómo el cambio de uso del suelo afecta el espacio público.

Dicho trabajo abrió la pregunta sobre cómo transformar andenes, bordes —entendidos como esos límites duros entre la calle, los predios o las zonas de distinto uso— y plazas en lugares más verdes, caminables y seguros. Las intervenciones del Park(ing) Day funcionan como un laboratorio que recoge esas reflexiones y las traduce en acciones concretas sobre el territorio.

En ese sentido, el campus de la UNAL ofrece algo que pocas ciudades se pueden permitir, un “escenario seguro” donde es posible observar de cerca cómo se comportan peatones, carros, motos, vendedores… Esa observación directa permite reconocer tensiones reales del espacio público sin poner en riesgo a nadie, y convertirlas en oportunidades para diseñar soluciones replicables en Bogotá.

“Aquí vemos, a escala uno a uno, lo que pasa en la ciudad. Los carros que retroceden demasiado, las motos que se toman el andén, los peatones que deben desviarse porque el espacio no está pensado para ellos. El proyecto busca reivindicar el derecho del peatón al espacio público, por encima del vehículo, que ha invadido sistemáticamente zonas que no le corresponden”, menciona el profesor Andrés Ibáñez, director de la Escuela.

A partir de tales tensiones, y con el impulso académico del curso Énfasis en Investigación y Proyecto Tecnológico, estudiantes de Arquitectura, Artes e Ingeniería vieron en el Park(ing) Day —nacido en San Francisco— una oportunidad para demostrar que incluso un parqueadero se puede convertir en un espacio de encuentro, memoria y cuidado.

Un laboratorio para entender la ciudad

El carácter experimental del proyecto también se refleja en la forma de trabajo: nada se compró, todo se construyó con materiales que ya existían en la Universidad y que estaban cerca de ser desechados. La guadua proviene de un pabellón desmontado en Agroexpo, los tubos de PVC y las tablas salieron de bodegas con material en desuso, y mesas antiguas se desarmaron para convertirlas en mobiliario y estructuras. Cada intervención demuestra que el diseño puede surgir del aprovechamiento de lo que ya está, y que transformar un espacio no siempre requiere nuevos recursos, sino nuevas miradas.

“El proceso fue un aprendizaje guiado por la experiencia y también por el error. Los estudiantes visitaron los lugares, observaron cómo se mueve la comunidad, prototiparon, corrigieron y volvieron a construir. No fue un ejercicio teórico ni un taller sobre el papel. Fue un trabajo físico, con herramientas y ajustes en tiempo real, enfrentándonos a lo que no funcionaba una vez instalado en el suelo. Uno aprende mucho cuando la realidad le muestra que algo no encaja. Toca iterar, ajustar, volver a pensar”, señala el profesor Ibáñez.

Cada intervención o “anidamiento” ofrece una lectura distinta del territorio y una forma sencilla, sensible y temporal de repararlo. “Estos anidamientos funcionan como pequeños lugares que cobijan, microhábitats creados para detenerse, respirar y encontrarse en espacios que antes obligaban a pasar rápido. Son ‘detonantes’ que activan preguntas sobre cómo habitamos el campus y que permiten imaginar cómo sería caminar por una ciudad en donde el cuerpo, la pausa y la naturaleza vuelven a tener prioridad”, agrega el docente.

Las 4 propuestas que se presentarán en el Park(ing) Day son:

Caudal Vivo: ubicada en uno de los corredores más transitados entre el Conservatorio de Música y el Sindú, es un punto en donde el borde verde se había deteriorado y las motos y los carros interferían con el paso peatonal. La intervención ocupa cuatro parqueaderos y los transforma en un umbral tejido con postes de guadua reutilizados y decenas de hilos azules que se mueven con el viento. El gesto trae de vuelta la memoria del antiguo río Neque —hoy canalizado como río Arzobispo— y marca su antiguo recorrido por el campus como una invitación a caminar con conciencia del paisaje.

El proyecto incluye tres activaciones que fortalecen esa relación sensible con el territorio: en “Caudal de deseos” cada persona intercambia un deseo por una planta; “Memorias del río Neque” ofrece una experiencia sonora creada con el Conservatorio, y “Fluir como el agua” propone una pausa meditativa en medio del ritmo acelerado del campus. “Nos interesaba que el río volviera, aunque fuera de manera silenciosa y poética”, señala el profesor Ibáñez.

Habit(arte): en el borde entre las Facultades de Artes e Ingeniería existía un separador rígido que se había convertido en frontera. Era un corredor duro, invadido por motos y atravesado por maquinaria de obra, un lugar que la comunidad solo cruzaba a las carreras. El equipo lo transformó en un espacio vivo mediante la reutilización de más de 150 mesas antiguas de arquitectura, el uso del bloque n°. 5 —un material emblemático de Bogotá— y la creación de jardines de lluvia que recuperaron la permeabilidad del suelo. Hoy ese borde alberga un pequeño humedal con césped, piedras, plantas nativas y hasta ranas que ya empezaron a aparecer.

La intervención incorpora una cubierta de guadua que brinda sombra, orienta la circulación y marca el paso como un umbral. “Ese separador siempre fue una línea que dividía a dos comunidades, ahora es un lugar donde la gente se sienta, se recuesta, se encuentra”, comenta el profesor Ibáñez. El diseño demuestra que incluso un borde mínimo puede acoger vida, pausa y convivencia, y que estos gestos son replicables en ciudades donde los separadores se han vuelto fronteras duras.

Tejidos (Waving): ubicada en el anillo vial de la Facultad de Artes, esta propuesta transforma un conjunto de parqueaderos en un corredor peatonal más amable, seguro y expresivo. La intervención se basa en la idea del tejido entendido como una acción simbólica en la que cada persona aporta un hilo, y al cruzar el espacio se integra a una trama colectiva. El gesto recuerda que las comunidades no se construyen solo con edificios y andenes, sino también con recorridos, encuentros y memorias compartidas.

Las activaciones son efímeras y participativas. Buscan que el cuerpo vuelva al centro de la experiencia y que el movimiento cotidiano deje de ser solo tránsito acelerado. Los estudiantes lo explican con una frase sencilla y poderosa: “caminar también es tejer”.

El profesor Ibáñez señala que este parklet funciona como un pequeño anidamiento, un lugar donde la comunidad se puede detener, reconocer y empezar a habitar un borde que antes solo era un paso rápido entre carros y fachadas. Tejidos recuerda que los espacios públicos son tejidos vivos que se transforman cuando la gente los toca, los cruza y los hace suyos.

Constr(UN)yendo – Passing By: se ubica en la entrada del Teatro de Nuevos Espacios para las Artes, en donde los estudiantes identificaron un andén amplio pero inútil. Era un corredor sin sombra, sin carácter y sin motivos para detenerse, a pesar de estar junto a uno de los equipamientos culturales más activos del campus. La intervención instala un dosel vegetal y una estructura liviana que evoca un proceso de construcción. Con ese gesto, el espacio protege del sol, organiza el borde entre carros y peatones y abre un pequeño escenario al aire libre para expresiones culturales espontáneas.

La instalación funciona como una extensión del Teatro. Es un umbral en donde la comunidad puede bailar, escuchar cuentos, conversar o simplemente esperar. El profesor Ibáñez lo resume así: “muchos andenes en Bogotá obligan a pasar rápido porque no ofrecen nada”. Passing By demuestra que, con muy poco, un andén puede convertirse en un espacio público vivo.

Las intervenciones permanecerán instaladas hasta diciembre y luego serán desmontadas, como exige el Park(ing) Day. “Retirar las piezas es parte fundamental del aprendizaje. El mejor indicador será que, cuando se desmonten las instalaciones, la comunidad las extrañe. Esa ausencia debería impulsar a buscar soluciones más permanentes: la sombra que ya no está, el lugar para sentarse que desaparece, el paso del peatón que vuelve a ser invadido”, concluye el profesor Ibáñez.
















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