Preocuparse por el bienestar del otro, resolver las diferencias sin confrontaciones, mantener un diálogo permanente y confiar, son algunos de los comportamientos identificados en madres de adolescentes de Bogotá.
Ellas inculcan la idea de la convivencia, de la posibilidad
de estar con personas distintas en medio del respeto, de cómo el diálogo
permanente en la cotidianidad es el camino para encontrar una forma distinta de
resolver los problemas, y que no pase en medio de una confrontación.
Así lo explica Eduardo Aguirre, director del Departamento de
Psicología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien formó parte del
equipo de investigación que reúne a las cinco universidades públicas de Bogotá
y que realizó el estudio que busca resolver la pregunta: ¿qué tan importante es
el rol de las madres para que los adolescentes entiendan y se apropien de las
ideas que rondan la paz?
Los resultados de este trabajo, que se adelantó con base en
las narrativas de 323 madres de adolescentes de diferentes estratos
socioeconómicos, así: estrato 2 con 55 %, 3 con 36 %, 4 con 4 %
y 1 con 5 %, se presentaron durante el “Encuentro de investigación y
diálogo interuniversitario 2020: Academia y Sociedad”, organizado por el
Instituto Colombo Alemán para la Paz (Capaz) y la Dirección de Investigación y
Extensión de la UNAL.
El proyecto busca comprender las prácticas y narrativas que
tienen algunas madres de Bogotá en relación con la paz en el escenario
posterior a la firma de los Acuerdos de La Habana, y cómo la trasmisión de la
cultura de paz es clave en la construcción de una sociedad orientada a ella.
Para el análisis, los investigadores entrevistarían a madres
de hijos con edades entre 11 y 14 años; sin embargo en marzo, cuando empezaron
a recolectar los datos, llegó el confinamiento por la pandemia en Bogotá, y eso
obligó al equipo a apoyarse en canales digitales.
Reconocer al otro
Uno de los hallazgos del estudio –financiado por la
“Convocatoria de proyectos de investigación en paz y posacuerdo” del Sistema
Universitario Estatal (SUE) del Distrito Capital– es que las madres le dan más
peso al bienestar del otro, a relacionarse en buenos términos, a resolver los
conflictos de manera pacífica, “esto va muy en línea con la idea del
posacuerdo, con la idea de reconocer al otro, de resolver las diferencias sin
confrontaciones”, explica el doctor Aguirre.
La investigación revela que las madres consideran que en
“colaborar con el otro” y “ser educado” se puede gestar el respeto a la
diferencia, tanto en el hogar como en el espacio escolar.
“Estas prácticas de crianza promueven la preocupación por el
otro como valor social, algo que se aprende en la familia, se reproduce en el
transcurso de la vida y probablemente en el comportamiento de adulto”, señala
el director Aguirre.
Los investigadores encontraron que para las madres los
amigos son importantes, ya que permiten asumir compromisos, retos, son apoyo a
su desarrollo personal, a la reciprocidad, a ver el valor del compañerismo y el
respeto al compartir el espacio público y el autorrespeto.
En ese aspecto, el doctor Aguirre agrega que gracias a esa
narrativa se genera un vínculo con los padres más allá de una relación
transitoria. “Al final la amistad permite que la acción política tenga un
sentido menos instrumental, que fomente el compromiso de los jóvenes con su
entorno social”, subraya.
Autoridad para resolver conflictos
Dentro de esas narrativas de las madres entrevistadas, que
tenían en promedio 38 años, los académicos señalan que estas les trasmitían de
forma importante a sus hijos la idea del funcionamiento del Estado, de acudir
–si se requiere– a las autoridades o instituciones para la resolución pacífica
de conflictos, que acatar las normas permite una mejor convivencia y garantiza
su seguridad dentro y fuera del hogar.
Otro aspecto que se resalta es el discurso de que “es
necesario enseñarles a los hijos a defenderse en los entornos fuera de la
casa”, pero al tiempo recalcan la idea de la paz como una construcción en los
territorios, ámbitos cotidianos, el hogar y los espacios públicos, como la
escuela.
“Encontramos una interesante dicotomía entre un apoyo a la
resolución de conflictos, a forjar la confianza en los otros, y una
desconfianza en los entornos que están más allá del hogar, como los espacios
públicos de la ciudad que habitan los jóvenes”.
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