El análisis de datos de 166 menores con sospecha de trastornos del neurodesarrollo le permitió a un modelo de aprendizaje automático (herramienta de la inteligencia artificial) identificar dos variantes genéticas que interactúan entre sí y que están relacionadas con el crecimiento de la corteza del cerebro, parte esencial para el lenguaje, el pensamiento, la memoria y la percepción. El potencial de este estudio, realizado en la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), se podría aprovechar para diagnósticos tempranos.
Los trastornos del neurodesarrollo son un amplio grupo de
enfermedades que afectan el crecimiento del cerebro y el sistema nervioso de
los niños, pues suelen aparecer durante la infancia temprana, cuando estos
órganos están en plena evolución. Sus manifestaciones son diversas e incluyen
discapacidad intelectual, problemas de aprendizaje, autismo, dificultades para
hablar y trastornos del movimiento.
Su complejidad radica en que aún se desconocen las causas
exactas que los desencadenan; sin embargo la ciencia ha evidenciado una
estrecha relación con una combinación de factores, entre ellos los genéticos.
Para estudiarlos se han usado diferentes herramientas y
técnicas que analizan la actividad de los genes en diferentes tejidos y
momentos del desarrollo, así como las variantes genéticas comunes asociadas.
En ese último punto, Jossie Esteban Murcia Triviño, magíster
en Bioinformática de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), vio una
oportunidad para aplicar algoritmos avanzados en aprendizaje de máquinas y así
identificar variantes genéticas asociadas con trastornos del neurodesarrollo.
“Históricamente los estudios se han enfocado en identificar
una sola mutación genética que explique por sí sola la condición. Pero la
realidad es que estas enfermedades son multifactoriales, con diversos genes y
factores ambientales interactuando”, explica el investigador.
A la herramienta que él diseñó se le conoce técnicamente
como “modelo de epistasis basado en aprendizaje automático”, lo cual significa
que, a través de grandes conjuntos de datos, utiliza algoritmos para estudiar
cómo los genes interactúan entre sí y contribuyen al riesgo de la enfermedad
cuando se presentan juntas.
Para este caso se empleó una base de datos de 474 análisis
de muestras de ADN de menores de 18 años con sus respectivos padres, las cuales
que fueron recolectadas por un laboratorio de Bogotá mediante una técnica
llamada “exoma en trío”, usada para buscar mutaciones y variantes genéticas
asociadas con dichos trastornos.
“Al interpretar las variantes relacionadas encontramos que
tenían que ver con la proteína del homólogo D de Sec24”, agrega.
En palabras más sencillas, estas proteínas son fundamentales
para la correcta evolución y conectividad de las redes neuronales en el cerebro
durante las primeras etapas de la vida. Por lo tanto, si una proteína
importante se pierde en estas células, puede impedir que se desarrollen correctamente
y se conviertan en neuronas sanas.
Por eso, el hecho de que el modelo encontrara dicha relación
entre las variantes presentes en los genes de los pacientes las convierte en
objetos de estudio potenciales para explicar la ocurrencia de la enfermedad.
Además, los resultados del modelo se validaron mediante
pruebas genéticas especializadas que se realizaron a los niños participantes
del estudio. “A partir del desequilibrio de la transmisión encontramos que
estas variantes genéticas estaban presentes en frecuencias significativamente
mayores en los pacientes afectados en comparación con sus padres”, precisa el
experto.
Aunque aún queda un largo camino por recorrer, los nuevos
hallazgos representan un avance crucial en la comprensión de esa “arquitectura
genética” de la que se derivan los trastornos del neurodesarrollo. Actualmente
solo alrededor del 25 % de los casos remitidos por sospecha de estas
condiciones logran recibir un diagnóstico molecular certero, una situación que
deja a innumerables familias en la incertidumbre.
“Llegar a un diagnóstico claro y oportuno es de vital
importancia, ya que no solo ayuda a los padres a entender lo que está
ocurriendo con su hijo, sino que es un paso esencial para brindar las terapias
e intervenciones tempranas”, concluye el magíster, autor del estudio.
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