El baño, la última invención de la vivienda en la arquitectura occidental, evolucionó y adquirió un carácter propio en cada cultura; es un espacio entre lo diverso y lo industrializado que se convierte hoy en el último reducto para el ser el lugar de encuentro del ser físico y el espiritual. ¿Cuáles han sido las variaciones de este refugio de la intimidad a lo largo de la historia?
En su trabajo para la Maestría en Arquitectura, el profesor
Gerardo Abril Carrascal, de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede
Medellín, afirma que “desde la incorporación a la vivienda el baño se ha
considerado subsidiario, accesorio, o en función de espacios más nobles como el
salón y las habitaciones; pero su tecnificación tiene repercusiones en los
cambios fundamentales que produjeron el espacio arquitectónico del siglo XX,
dándole un protagonismo inusitado en la arquitectura moderna”.
En su investigación, el arquitecto devela una nueva mirada
sobre dicho espacio y muestra su evolución desde tres ópticas: la relación con
el agua, el vínculo con otros espacios de la vivienda, y el espacio en sí
mismo.
Para su análisis recurre a la pintura, la literatura, la
publicidad y las fotografías de sus inicios, buscando entender si el cuarto de
baño fue la interpretación de hechos culturales de su época o una tradición
reciclada. También analizó 50 casas europeas y norteamericanas.
Relación con el agua
Los romanos son los primeros en incorporar tecnologías de
relación con el agua, como el baño turco, conocimiento concentrado en las
termas romanas, primeros edificios públicos donde se dieron estas
interacciones.
Durante la Edad Media, la llegada de la peste negra,
considerada la epidemia más mortífera en la historia de la humanidad,
transforma en pánico colectivo la relación lúdica con el agua.
El investigador menciona que “en el intento por entender su
etiología, concluyeron que el contacto con el agua, en especial la de los baños
a vapor, significaba un momento crítico de vulnerabilidad corporal pues la
peste ingresaba al cuerpo en forma de un viento venenoso mientras se bañaban,
por tener abiertos los poros de la piel”.
Alrededor de 1850 aparece el químico Louis Pasteur
asegurando que el problema es el agua sucia, y se empieza a recomendar el
lavado de manos y la construcción de fuentes de agua limpia en las viviendas.
A finales del siglo XIX surge el concepto de “higiene” y se
da un proceso y una industria alrededor de la arquitectura para higienizar o
volver salubres las ciudades y las viviendas.
Esa relación con la industria, que se concreta en el primer boom higienista de la Modernidad, pone un velo sobre toda la experimentación en el baño, ubicando la palabra higiene como único motor de cambios. Sin embargo, los arquitectos también incorporaron tradiciones ancestrales que asocian el agua con el ocio y el disfrute, y crearon la escenografía que hoy se conoce.
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