En los últimos años este campo del conocimiento ha venido ganando fuerza porque aporta a la planificación y el desarrollo del territorio, mediante el uso de tecnología como las imágenes satelitales o los sensores remotos. Dos proyectos en marcha en la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) se apoyarán en el potencial ofrecido por esta disciplina: uno para estudiar el impacto que tiene en la calidad del aire de Medellín el polvo proveniente del desierto del Sahara, y otro sobre cómo mejorar la eficacia de los cultivos de zanahoria en el país.
El polvo del Sahara es una mezcla de partículas de arena y
minerales que se levantan y pueden desplazarse más allá del océano Atlántico,
especialmente durante la primavera y el verano, cuando los vientos alisios son
más fuertes. A Colombia suelen entrar por la Orinoquia y llegar hasta ciudades
como Bogotá o Medellín.
Precisamente en abril la Secretaría Distrital de Ambiente de
Bogotá declaró una alerta por la mala calidad del aire de la ciudad, en
especial en el suroccidente, y, además del material particulado generado por
vehículos y algunas fábricas, entre las causas estaban las partículas que se
desprenden de los incendios forestales en la Orinoquia y Venezuela, y la
llegada de polvo y arena del Sahara.
Dicha información muestra que aunque este fenómeno parece
lejano no lo es, y podría tener un impacto mucho más determinante en la calidad
del aire del que pensamos. Por eso el proyecto de la investigadora Ana María
Montoya Cruz, estudiante de la Maestría en Geomática de la UNAL, se basa en
esta relación en Medellín, en donde el Instituto de Hidrología, Meteorología y
Estudios Ambientales (Ideam) también ha reportado la presencia del polvo, que
llegó por primera vez al Valle de Aburrá en 2014, y que en 2020 motivó una
alarma por la mala calidad del aire de la ciudad.
Apoyándose en las herramientas de la geomática y en datos de
sensores remotos e imágenes satelitales de acceso público en internet, la
investigadora Montoya creará un modelo espacio-temporal que determine el efecto
que ha tenido el polvo del Sahara en la calidad del aire de Medellín entre 2015
y 2023, aunque está evaluando aumentar el rango de tiempo. Así podrá considerar
variables como temperatura, precipitación, radiación solar y material
particulado que circula en el aire de la ciudad.
“Elegí Medellín porque tiene un sistema de monitoreo
robusto, pero esperamos ampliar este panorama hacia zonas de la costa Caribe,
de las que también hay información consolidada”, anota la magíster.
Además se utilizarán algoritmos de aprendizaje de máquina(machine
learning) para interpretar los datos y tener una idea rápida y clara de la
frecuencia que pueden tener estos fenómenos en el tiempo. Recordemos que el
polvo del Sahara se ha asociado tanto con la modificación de patrones de
intensidad y prolongación de ondas de calor como con la formación y dispersión
de nubes.
Zanahorias y geomática
Otra investigación centrada en el uso de la geomática es la
de Paola Andrea Ospina Sánchez, estudiante de la Maestría en Geomática de la
UNAL, cuyo proyecto es crear un modelo multidimensional que analice la calidad
de los cultivos de zanahoria –mediante imágenes espectrales y satelitales– y la
percepción del consumidor, trabajo apoyado por la Corporación Colombiana de
Investigación Agropecuaria (Agrosavia).
La idea es descifrar cómo varían las características de los
lotes de zanahoria a lo largo del tiempo en sus distintos ciclos y en sus
características fenotípicas (tamaño, color, forma).
“La producción de este alimento es muy importante en el
país, pero los cultivadores terminan perdiendo hasta un 25 % de la
cosecha, que según otros estudios obedecen tanto a la variabilidad en los
suelos y las condiciones climáticas como a la baja tecnificación de estos
cultivos”, indica la investigadora.
Según el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, los
departamentos que más cultivan zanahoria son Cundinamarca (Funza, Bosa,
Mosquera), Nariño (Calambuco, Pasto, Túquerres) y Antioquia (Rionegro,
Santuario, Marinilla); juntos concentran el 93 % de la producción nacional, que
en 2023 llegó a 28,5 toneladas por hectárea.
En la misma línea, este sector genera alrededor de 100.000
empleos directos y más de 200.000 indirectos, lo que demuestra la importancia
para el país de tener cultivos eficientes y productivos para las miles de
familias cuyo sustento es el tubérculo naranja.
Dentro de los análisis –que incluyen la caracterización de
las propiedades de clorofila, fenología y crecimiento– también se están
realizando técnicas de metadatos y procesamiento de lenguaje natural para
evaluar la percepción de los consumidores sobre el producto después de la
cosecha.