Con un rendimiento promedio del 23 % se destaca el potencial
del carbón en la producción de materiales muy pequeños como el grafeno, el cual
tiene propiedades excepcionales: alta conductividad eléctrica, resistencia
mecánica y ligereza, características que lo hacen valioso para aplicaciones en
electrónica, medicina y construcción. Para Colombia, país con reservas de
carbón de 6.000 millones de toneladas, este avance abre nuevas puertas para su
uso en aplicaciones como el fortalecimiento de materiales y el desarrollo de
nuevos productos industriales.
El óxido de grafeno es una forma oxidada del grafeno, un
material compuesto por capas de carbono de un solo átomo de grosor; pese a su
potencial, producirlo en cantidades suficientes y de forma económica sigue
siendo un desafío, especialmente en países en vías de desarrollo.
César Germán Franco Rodríguez, doctor en Ingeniería -
Ciencia y Tecnología de Materiales de la Universidad Nacional de Colombia
(UNAL), desarrolló un proceso innovador para obtener óxido de grafeno a partir
de carbones antárcticos, minerales que se caracterizan por ser muy puros y
tener un alto contenido de carbono. Su investigación no solo busca valorizar
recursos naturales como el carbón, sino además promover aplicaciones
sostenibles, como mejorar la resistencia del concreto.
La tesis doctoral, dirigida por el profesor Carlos Guerrero,
del Departamento de Química de la UNAL, aplicó un proceso llamado oxidación
de Homers, que consiste en someter el carbón a una mezcla de ácidos
fuertes (sulfúrico y fosfórico) y agentes oxidantes (permanganato de potasio),
los cuales descomponen las estructuras complejas del carbón y generan óxido de
grafeno.
Con carbones boyacenses
Para comenzar, el doctor seleccionó carbones de minas en
Boavita (Boyacá), conocidos por su alta pureza y contenido de carbono. Estas
muestras se trituraron y clasificaron según su tamaño para garantizar que el
material procesado fuera homogéneo y adecuado para las reacciones químicas.
“La norma técnica indica que las partículas deben tener
tamaños menores a los 0,5 mm y deben estar acompañadas de un proceso de
limpieza que, en el caso del carbón, incluye un baño alcalino con hidróxido de
sodio o hidroxido de potasio para eliminar impurezas minerales, lo que mejora
la pureza y concentración del carbono”, explica el investigador.
Posteriormente, el material se sometió a oxidación química
mediante el método de Homers, en una reacción controlada de 10 horas para
modificar la estructura cristalina del carbón e insertar cadenas funcionales
que forman óxido de grafeno. Este se exfolió mediante un baño ultrasónico con
surfactante, para obtener la limpieza perfecta de material.
Luego se purificó con etanol, se secó y caracterizó usando
técnicas como espectrofotometría UV-Visible –que mide la cantidad de luz que
absorbe o transmite una muestra en el rango de longitudes de onda ultravioleta
(UV) y visible–, que sirve para determinar la concentración y calidad de una
sustancia, como la pureza o la presencia de impurezas.
También utilizó microscopía electrónica de barrido, técnica
que se utiliza para analizar la morfología y topografía de la superficie de un
material; con la microscopía de fuerza atómica determinó capas, y a través de
la espectroscopia Raman confirmó la estructura química y el grosor del
material.
Así, el investigador encontró que es posible obtener óxido
de grafeno a partir de carbón antracítico, un tipo de carbón con alta pureza y
bajo contenido de impurezas.
Las estructuras obtenidas tienen una altura promedio entre
10,8 y 184,6 nanómetros (nm), un nanómetro es una mil millonésima parte de un
metro. Además, las partículas resultantes presentan tamaños entre los
200 nm y 10 micrómetros (la milésima parte de un milímetro).
“En términos de rendimiento, el proceso logró extraer un
30 % del peso inicial del material, lo que indica que una porción
significativa del carbón se convierte en óxido de grafeno”, señala el doctor
Franco.
Actualmente el investigador trabaja en incorporar óxido de
grafeno en el concreto, buscando aumentar su resistencia mecánica hasta en un
50 %, avance que reduciría el consumo de concreto hasta en un 25 %,
alineándose con políticas de sostenibilidad y valorización de residuos.
“El carbón no es ni bueno ni malo, depende del uso que le
demos. Este proyecto muestra cómo podemos transformar residuos en soluciones
útiles para la humanidad, promoviendo alternativas sostenibles”, concluye el
investigador.